Cuando se piensa en lectura y en leer, normalmente lo primero que suele venir a la cabeza son libros y novelas. Sin embargo, hay una parte de la lectura de la que no todo el mundo se suele acordar, y es toda aquella literatura que viene acompañada de dibujos. Erróneamente, muchas veces se asocia este tipo de literatura únicamente a un público más infantil o juvenil, no se considera auténtica literatura o suele diferir del concepto que mucha gente tiene por “leer”. Nada más lejos de la realidad. Los tebeos, cómics, mangas y novelas gráficas son un tipo de lectura tan válido como cualquier otro, y tienen la misma capacidad de contar buenas historias que cualquier novela o libro.
A lo largo de mi vida lectora he tenido la oportunidad de disfrutar de este tipo de literatura gráfica, y en esta entrada os presento las historias en este tipo de formato que me han acompañado como lectora.

Si hay un cómic por excelencia que todo el mundo conoce, ése es Mortadelo y Filemón. De hecho, hay muchísima gente que se inició al mundo de la lectura a través de estos cómics. Los detectives más famosos de Francisco Ibáñez me acompañaron durante buena parte de mi infancia como lectora. Los recuerdo como una lectura realmente divertida, con situaciones desternillantes y personajes no menos graciosos. Mortadelo y sus disfraces, su jefe Filemón con el que siempre se metía en líos, el superintendente Vicente que regentaba la T.I.A., el profesor Bacterio, el científico loco, y Ofelia, la secretaria, son los principales personajes de estos tebeos en los que todo se acababa convirtiendo en una divertida locura en la que no faltaban los tópicos, la crítica social y un humor un tanto gamberro.

Pero Mortadelo y Filemón no son los únicos personajes conocidos de Francisco Ibáñez. Otros que recuerdo con cariño son Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio. Otilio, que siempre estaba comiendo, y su patrón Pepe Gotera acudían cuando había algo que arreglar, aunque en la mayoría de ocasiones solían dejar el asunto peor de lo que se lo encontraban.

O cómo olvidar al botones Sacarino, siempre dispuesto a ayudar y dar lo mejor de sí ante el “Dire” y el “Presi”…

… o a Rompetechos, que el pobre no veía tres en un burro.

Uno de mis favoritos era la 13 Rue del Percebe, un bloque de pisos en los que habitaban un moroso, un ladrón, unos niños traviesos, una abuela obsesionada con los animales, un doctor, un veterinario, la dueña de una pensión y el dependiente de una tienda, y que daban lugar a todo tipo de cómicas situaciones en cada página.

A pesar de que éstos son los más conocidos, no son los únicos personajes creados por Francisco Ibáñez, cuya obra siempre se ha caracterizado por su humor e ingenio.

Sin embargo, mis cómics favoritos eran aquellos que hablaban sobre una Galia toda ocupada por los romanos… ¿toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resistía al invasor.

Las aventuras de Astérix y Obélix, de Albert Uderzo, son las historias que recuerdo con más cariño. Me encantaba adentrarme en aquella aldea gala rodeada por un bosque lleno de jabalíes y sitiada por campamentos romanos, con su casa en el árbol habitada por el bardo Asurancetúrix, que llovía si cantaba porque lo hacía fatal, su pescadero y herrero siempre a la gresca, su jefe Abraracúrcix a quien llevaban sobre un escudo y su esposa Karabella, la señora y señor Edadepiedrix o su druida Panorámix. Y, por supuesto, no pueden faltar los protagonistas Obélix, el constructor de menhires, y Astérix, el galo más listo de todos, siempre acompañados por su perrito Ideafix.

Como todos sabéis, esta aldea gala resistía al impero romano de Julio César gracias a la poción mágica que preparaba el druida Panorámix, y que concedía al que la tomaba una fuerza sobrehumana durante un tiempo determinado. Por su parte, Obélix se cayó de pequeño en la marmita llena de poción mágica, y eso le confirió fuerza sobrehumana de manera indefinida, aunque él siempre intentaba tomarla cuando se repartía entre los adeanos.

Esto suponía que los pobres romanos que rodeaban la aldea recibieran una buena zurra cada vez que intentaban invadirla, y temían encontrarse con ellos porque siempre acababan volando por los aires.

En cada cómic se daba una situación que daba lugar a una aventura particular, que a veces ocurría en la aldea gala y otras veces eran Astérix, acompañado por su cantimplora llena de poción, y Obélix los que viajaban al exterior. Como es de esperar, la situación se resolvía con éxito para los galos, y la aventura terminaba con un banquete en la aldea en el que nunca faltaba el jabalí asado y Asurancetúrix amordazado o atado a un árbol para que no aguara la fiesta.

Otra pareja a la que leí bastante fue la de esos dos niños tan traviesos, uno rubio y otro moreno, que traían de cabeza a sus padres, que no paraban de meterse en líos y de hacer trastadas, aunque siempre sin mala intención.

Zipi y Zape, de José Escobar, son un icono de la cultura popular, tanto que incluso originaron la expresión “se montó un zipizape”. Eran unos hermanos más listos que el hambre y no había nada que los parara o pudiera con ellos. Y, a pesar de que los hijos de don Pantuflo Zapatilla y de doña Jaimita Llobregat tenían fama de no parar de hacer travesuras y de ser unos trastos, en realidad eran unos chicos bastante inocentes y con buen fondo.

Por las historias de Zipi y Zape a veces se paseaba otro personaje de Escobar, Carpanta, un hombrecillo siempre hambriento que buscaba algo que llevarse a la boca.

Otra lectura que disfrutaba mucho era la de una pequeña niña argentina que odiaba la sopa y que veía el mundo y sus problemas de una manera tan inocente y dulce como crítica. Mafalda, creada por Quino, es un personaje que se hace querer, muy concienciada con los problemas de la humanidad, que se preocupa por un mundo que sabe, como ella dice, enfermo.

Mafalda es una crítica a los problemas políticos, sociales, económicos y mundiales vistos a través de los ojos de una niña de seis años. Es una lectura que conciencia al lector y le hace reflexionar sobre estos temas, pues le hace ver el mundo de una manera diferente. Su padre, su madre, su hermano Guille y sus amigos Felipe, Manolito, Susanita y Miguelito, entre otros, son personajes que la acompañan y que reflejan diferentes personalidades y aspectos de una manera crítica y humorística.

Cambiando de tercio, existen muchos cómics que han sido creados a partir de una novela ya publicada. Es el caso del cómic de Memorias de Idhún, cuyo primer tomo leí, aunque no continué con los siguientes. Algo similar me ocurrió con el manga que se publicó sobre la Biblia de los Caídos, que no llegué a leer, y que posteriormente se canceló.

Aunque no soy lectora del mundo de los superhéroes, sí que leí un cómic de Wonder Woman, de DC, que no terminó de llamarme mucho la atención. A pesar de ello, sí soy seguidora del Universo Cinematográfico de Marvel y de algunas películas de DC.


Lo mismo me ocurre con el mundo del manga. He leído tomos sueltos de algunos mangas, como Death Note, Naruto o One Piece, pero por lo general suelo ver los animes.

Por último, las novelas gráficas son mi gran asignatura pendiente en la lectura. Siempre me ha llamado la atención V de Vendetta, que aún continúa en mi lista de pendientes.
En definitiva, los cómics, manga y novelas gráficas son un gran formato de lectura que muchas veces ha sido infravalorado o desprestigiado de la manera más injusta. Son una lectura tan válida como cualquier otra, y existen auténticas joyas en la literatura gráfica.
Éste es mi repaso por los cómics, tebeos y mangas más destacados de mi vida lectora. ¿Conocías todas estas obras? ¿Sueles leer este tipo de formato?
—Oye, Todd, esta persona ha leído la entrada y no ha publicado ningún comentario.
—Espera un poco, Tedd. Dale tiempo para que pueda escribirlo.
—No escribe nada, Todd. Que le haya gustado y no nos lo diga me pone de mal humor.
—Tranquilízate, Tedd. No es bueno para tu salud que te estreses.
—De acuerdo, Todd. Pero acuérdate de decirle que no incluya spoilers de otros libros en los comentarios de esta entrada.