“El Silencio de la Ciudad Blanca” es el primer título de la trilogía de la Ciudad Blanca, escrita por Eva García Sáenz de Urturi. Se trata de una novela policíaca, de intriga y misterio, pero que presenta un encanto y un ambiente propio y característico que nos trasladan a la ciudad de Vitoria, donde se producen una serie de crímenes muy particulares. Al frente de la investigación está el inspector Unai López de Ayala, alias Kraken, quien deberá poner fin al terror que asola la ciudad.
¡ATENCIÓN : SPOILERS!
“El Silencio de la Ciudad Blanca” es uno de esos libros perfectos. De esos para dejarse llevar, para dejarse absorber, vivir en sus páginas y no salir de ellas en un rato. No sólo es interesante como novela policíaca, no sólo juega de maravilla al despiste con el lector a pesar de tener toda la información de su lado y cerrar la trama como un puzzle perfecto, también presenta a unos protagonistas estupendos, de esos a los que se toma cariño. Y, sobre todo, “El Silencio de la Ciudad Blanca” nos regala una ambientación de las que dejan huella.
La novela consigue trasladarnos por completo a las calles de Vitoria, a sus lugares más emblemáticos, pero también a sus rincones y a sus alrededores rurales, a esos campos y pueblos casi deshabitados y llenos de historia. Al encanto de una ciudad pequeña que es como un pueblo grande, donde todos se encuentran unidos por su historia, donde las paredes tienen ojos y oídos. Nos acerca a su gente, a su estilo de vida, a esas cuadrillas de amigos de toda la vida que se juntan para comer por los bares de la ciudad los fines de semana, a esos abuelos que siguen cultivando y cuidando sus campos de siempre, como si el tiempo no pasara.
Todo este halo que envuelve la novela la hace mágica, íntima, personal. Consigue que el lector se aleje de todo lo que le rodea, que sólo existan Vitoria, Unai y un misterio que no hay por dónde abordar. Y esto hace que, a pesar de ser una novela de crímenes, se convierta en una lectura completamente agradable y acogedora.
La atmósfera y el entorno son un punto fuerte del libro, pero no es lo único. Y es que todos los demás aspectos están a la altura, haciendo que la novela sea redonda.
La trama y el misterio se presentan de una manera excepcional. No oculta nada al lector, de hecho, el lector tiene más información que los inspectores, dado que de manera paralela se nos narra la historia del doctor Álvaro Urbina y Blanca. Y, aun así, no hay manera de vislumbrar la resolución al misterio hasta que la novela quiere enseñarlo. La lectura juega muy bien los elementos que presenta, dosificando la información y los descubrimientos de la investigación de una manera muy inteligente, conduciendo a los lectores por caminos que no llevan a nada y cuya única función es el despiste.
Que si el padre de una de las víctimas podría ser sospechoso, que si ahora lo parece el hermano de Estíbaliz, que si resulta que alguno de los gemelos ha ocultado información y parece que son ellos los culpables, que si se menciona que uno de los hijos legítimos del doctor Urbina miraba con odio a Blanca, haciéndonos pensar que él podría ser el asesino que estamos buscando. Cada detalle, cada punto está puesto a posta para desorientarnos, para distraernos de la verdad, y la novela lo consigue a las mil maravillas.
Tanto es así, que más allá de la mitad de la novela, cuando recapitulamos toda la información de la que disponemos, descubrimos junto a Unai que estamos tan lejos de conocer la verdad como al principio. La novela no hace más que avanzar, nos da la sensación de haber recorrido ya gran parte del camino, y, en realidad, tal y como dice Unai, no tenemos nada de nada, y estamos tan cerca de descubrir al asesino como antes.
Esto tiene mucho mérito en una novela de estas características, y más considerando que conocemos al asesino como a uno de los personajes secundarios. Sin embargo, nada al principio hace pensar que el periodista Mario Santos, colega profesional de Unai, pudiera ser la persona a la que estábamos buscando. Pero, a medida que transcurre la novela, la historia que presenta nos lleva muy poco a poco hacia ello, con todo el sentido del mundo, a través de la narración paralela de Álvaro Urbina y Blanca.
La historia del amor prohibido entre el doctor y la mujer de Javier Ortiz de Zárate es una delicia en la lectura. Aumenta el interés, nos transmite a otra época en la misma ciudad donde transcurre la trama principal, con la nostalgia de esas historias secretas del pasado que sólo conocemos los protagonistas de ella y los lectores. Además, el equilibrio entre esta trama y la de Unai está muy bien medido, pues nos permiten descansar una de la otra alternándose los capítulos. Así, ambas tramas se igualan en interés, por lo que no lamentamos dejar un momento a Unai para irnos con el doctor Urbina, ni viceversa. Al contrario, recibimos la continuación de ambas tramas con los brazos abiertos al inicio de cada capítulo.
Así pues, llega un momento en la lectura en el que los lectores sabemos más que Unai y Estíbaliz, y nos preguntamos cómo van a averiguar ellos todo lo que se nos ha contado a nosotros. “El Silencio de la Ciudad Blanca” no es una novela de detectives, al menos no la típica. No hay pistas en el lugar del crimen, ni objetos que puedan conducirnos al siguiente paso. Al ser un caso que se ha retomado después de veinte años, la investigación se encuentra un poco truncada, pues ni Unai ni Esti fueron partícipes de ella en su momento. Pero nuestro Kraken tiene sus métodos.
Las declaraciones de testigos no oficiales son la clave fundamental para la resolución del caso. Y Unai lo sabe. Durante toda la lectura va recogiendo los testimonios de todo tipo de personas, tanto de las adecuadas como de las que no le llevan por el camino correcto del caso. Tasio, Ignacio, Aitana, la ex de Ignacio, el novio de una de las víctimas del asesino, el jardinero del cementerio donde se enterró a Blanca, el hermano de Esti, su tía abuela Felisa, la mujer del instituto donde estudió Nancho, la chica de la residencia de estudiantes y su abuelo. Unai va reconstruyendo poco a poco con los relatos de cada uno de ellos la historia paralela que la novela nos ha contado a los lectores, y que lo conduce finalmente hasta Mario Santos.
La historia de Mario Santos, de Nancho Lopidana, es tan triste como desoladora. El trillizo que nadie se esperaba, que conduce a una situación de vida o muerte en la que nos encontramos en un dormitorio con un bebé tan pelirrojo como el doctor mientras el marido de Blanca aporrea la puerta. Una circunstancia tan tensa como insospechada, especialmente porque ya sabíamos que los gemelos serían rubios, y nada parecía indicar que fuera a haber un tercer hermano. Su triste infancia, la esperanza tras su encuentro con Blanca, el desamparo tras su muerte y el rechazo de sus hermanos convierten a un muchacho lleno de dolor y soledad en un asesino frío y despiadado motivado por la venganza.
Por este motivo cobra tanta importancia el hecho de que la especialidad de Unai sean los perfiles criminales. El estudio sobre la psicología del asesino que realiza durante toda la lectura es clave para la confirmación de la identidad del mismo.
Asimismo, también los protagonistas tienen sus propias historias y traumas que contribuyen a su profundización. Unai y Estíbaliz no son los policías de turno a los que les toca resolver el crimen sin más. Se les humaniza, se les muestra con sus defectos y virtudes, cuentan con historias individuales y sus propios problemas personales más allá del caso. Además de los traumas pasados que atraviesa cada uno, el asesino también toca su fibra más personal al asesinar a un ser querido de cada uno.
Cabe destacar también a otros personajes como la subcomisaria Alba Díaz de Salvatierra, Germán, ese apoyo tan importante para Unai, MatuSalem y Golden Girl, los hackers a los que acude Unai de manera extraoficial, y, especialmente, el abuelo. El abuelo de Unai es un pilar fundamental para él, y representa esa figura de apoyo inquebrantable, lleno de experiencia y sabiduría que guía y ayuda que todos necesitamos en nuestra vida. Además, la forma de ser del abuelo, su forma de ver la vida y su manera de cuidar a sus nietos lo convierten en un personaje entrañable.
En definitiva, “El Silencio de la Ciudad Blanca” es un libro perfecto en todos los sentidos. Unos protagonistas muy reales y humanizados, un misterio perfecto y excepcionalmente escondido, una historia secreta de lo más interesante y una ambientación que hace que deje de existir todo lo demás mientras estamos en sus páginas hacen de esta novela un diez en todos los aspectos.
Realmente, no sé si he leído el mismo libro. No tiene misterio alguno y eso para los fans del suspense es imperdonable. Si tu defensa es que describe muy bien los paisajes, para eso cómprate una guía turística.
Hola Txeci,
Realmente yo también me pregunto si hemos leído el mismo libro. Personalmente es uno de los mejores libros de misterio que he leído y uno en los que el misterio está mejor oculto. Quizá para ti no haya tenido misterio alguno, cosa que me sorprende, y quizá sabías quién era el verdadero asesino desde el principio del libro, lo que a mi parecer es muy meritorio, pues no hay casi nada que lo indique hasta prácticamente el final. Todos tenemos gustos diferentes y un libro puede encantar a unos y no gustar a otros. Sin embargo, conozco a otros lectores que han leído este libro y a quienes también les ha encantado y sorprendido.
En el análisis expongo detenidamente todos los puntos de este libro desde su ambientación hasta la trama y el misterio. Si después de leer el análisis crees que lo defiendo por los paisajes, te invito a que lo leas de nuevo.
Saludos.
Ya veo que al final te animaste con esta Saga, espero que la hayas disfrutado, a mi personalmente el que más me gustó fue el tercero.
¡Me está encantando! Me parecen unos libros redondos en todos los aspectos. Ya me he leído el primero y el segundo, muy pronto empezaré el tercero. ¡Te agradezco muchísimo la recomendación! 🙂